No es lo mismo verla venir que bailar con ella: ¿litigas o negocias?
Publicación de Eduardo Campos Funes
En el ejercicio de la profesión, uno de los dilemas más desafiantes no es redactar una demanda sólida con prueba robusta o preparar una defensa perfecta, sino saber cuándo litigar y cuándo negociar. Esta decisión, es en realidad una de las más trascendentes para cualquier abogado o parte en un conflicto.
Los litigios, aunque necesarios en muchos casos, implican una carga económica, emocional y de tiempo que rara vez se valora en el calor del enojo. Hay gente que simplemente no tiene el hígado para un proceso. Mora judicial, corrupción, incertidumbre jurídica, costas procesales, honorarios, e incluso desgaste emocional y riesgo reputacional, son algunos de los elementos a considerar para tomar la decisión de acudir o no a solucionar una controversia en sede judicial. Análisis de costo beneficio.
Por el contrario, la negociación ofrece múltiples posibilidades, con soluciones más ágiles, personalizadas y menos onerosas. A través del diálogo, las partes pueden alcanzar acuerdos que generan resultados que difícilmente pueden lograrse en un juzgado.
Ahora bien, esto no implica que la negociación sea siempre la mejor opción. Hay situaciones donde el derecho vulnerado exige el ejercicio de una acción legal, ya sea por la gravedad del hecho, la necesidad de sentar un precedente o la imposibilidad de diálogo con la parte contraria.
En ese sentido, me parece que, lo esencial, es tener la habilidad de distinguir cuándo se obtiene el resultado más útil, en términos de costos y de rapidez, pues “nada se parece tanto a la injusticia como la justicia tardía” -Séneca-
¿Ustedes, qué opinan?
